Coontaadoor

MIL DISCULPAS

Lo siento de verdad, mi estrés de vida no me ha dejado tiempo para actualizar por aquí, ni siquiera tiempo para mí en general. A parte de que tengo problemas técnicos con el Internet, por el cual mi ordenador está desconectado durante un tiempo, los estudios me están sacando de quicio. A si que, sin más, os informo que me pasaré más por aquí cada vez que me lo permitan, continuando la historia y pasándome por vuestros blogs.
  Mil disculpas y muchos saludos (=

Capítulo diez

- ¡¿Qué?! -su rostro era totalmente perplejo, se había quedado de piedra.

- Pues eso Zoe...

- No sé qué decir, me has dejado alucinada...-su cálida voz ahora sonaba fría, con un toque de desilusión.

- Ahora cuenta tú -le dije con estusiasmo.

- ¿Eh? ¿Qué? ¡Ah! no no, era una tontería sin importancia, mejor olvidarlo. Me tengo que ir, ya nos veremos, chao -y una vez más, se fue así sin más.

Qué sensación tan rara, Zoe parece que me oculta algo pero sé que es imposible porque ella me lo cuenta todo, ¿entonces, por qué esa actitud? Había pasado ya más de media hora desde que Gabri se había ido, ¿Dónde estará?
Me había quedado acostada en el sofá viendo la tele mientras esperaba a que por fin alguien, ya sea mi madre, Gabri o hasta el gnomo de mi hermano, diera señales de vida, y justo cuando empiezo a dormirme, sonó el timbre.

- Pequeña, ya estoy aquí. Siento la tardanza pero es que Tom estaba muy lejos -me dijo Gabriel nada más abrir la puerta.

- Espera, ¿qué?. ¿Me estás diciendo que fuiste a ver a Tom?

- En efecto. Hemos estado hablando y me ha dicho que te dejará en paz, pero que tenía que darte esto -estaba tranquilo, como si nada le preocupase. Sin decir ni una palabra, cogí el regalo de su mano, me di la vuelta y lo tiré a la basura.

- ¿Por qué has ido? Y yo no quiero nada de él -le dije con frustación.

- Olvídalo. ¿Vamos a la cama? Ya es muy tarde -me dijo mientras se dirigía hacia las escaleras.

- No, no lo olvido. ¿Sabes qué? mejor quédate en el sofá, buenas noches -y como digo siempre: así sin más, me fui a mi habitación.

Subí las escaleras, me dirigí hacia mi cuarto y nada más entrar me tumbé en mi calurosa cama. Pasaron las horas, o puede que minutos, pero a mi los segundos se me hicieron eternos. Mi madre no había llegado aún, y aunque parezca mentira, estaba preocupada. No me ha llamado ni una sola vez, y ya solo faltan 10 minutos para que deje de ser mi cumpleaños. Al rato de estar ojeando una revista viejísima que tenía bajo el colchón, decido ir abajo y beber un poco de agua, pensar mucho me daba mucha sed, suena gracioso pero es cierto.

Bajé con muchísimo silencio, pasé por el salón y vi que Gabriel dormía profundamente. Lo supe porque roncaba sin parar. Fui hacia la cocina, bebí un poco de agua y de nuevo me iba hacia mi habitación.
Justo antes de subir, vi resplandecer algo en la oscuridad. Era el ragalo de Tom, que albergaba en la basura, pero que con su hipnotizante color plata brillante se podía ver desde cualquier rincón de mi casa.
Me acerqué, lo cogí y subí las escaleras. Me senté en la cama, sin saber si lo abría o no el paquete.
Sin más dilatación, decidí abrirlo. Dentro tenía un precioso collar de plata con un colgante azul marino en forma de luna. Dios, era increíblemente precioso, no podía dejar de mirarlo, hasta que me di cuenta de que debajo había una nota. Decía- Espero que te haya gustado, está hecho exclusivamente para ti. Feliz cumpleaños pequeña cabra.Te Quiero.

Capítulo nueve

Y ahí me había quedado yo, sola y sin saber qué hacer. Cómo supuestamente en nada volverá Gabriel, voy a llamar a Zoe para contarle lo sucedido, es mi mejor amiga, no puedo ocurtárselo por mucho que me pese.

- ¿Zoe?

- Hola Wen, ¿qué tal?, ahora mismo pensaba en llamarte.

- Estoy bien, ¿y tú? Esto... tengo que contarte algo.

- Bien también. Vaya, yo también tengo que decirte algo. ¿Estás en tu casa?

- Sí, ¿vas a venir?

- Sí, en 5 minutos estoy ahí. Chao, ahora nos vemos -y colgó.

¿Qué será lo que tenga que contarme? Aún recuerdo que todavía me debe contar lo que le pasó en filosofía y lo del médico...esta niña siempre se olvida de todo.

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- ¿Gabriel?

- Sí -contestó él de forma inmediata.

- ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Wendy? -su voz era extraña, confusa.

- Ella no va a venir Tom, no quiere verte, pero he querido venir yo para saber qué demonios quieres.

- Necesito verla -ahora su voz sonaba a frustación.

- ¿Por qué ahora? ¿Por qué has tenido que volver? ¿Quieres hacerle daño otra vez, es eso?- Gabriel estaba muy cabreado, demasiado para ser él.

- Te equivocas. He vuelto porque la echo de menos. Joder Gabri, siento lo que hice ¿vale? Cometí miles de errores, lo sé y me arrepiento. Solo quiero que hacerle ver que nunca la olvidé.

- ¿Qué la echas de menos? ¡¡¡No haberla abandonado!!! -Gabriel no pudo contenerse y ese chillido le salió casi ahogado, quería rematarlo y alejarlo bien lejos de aquí, pero no podía, él no era así.

- ¡No tuve elección! Yo...la quiero.

- No te la mereces Tom, será mejor que te largues por dónde has venido.

- Eso no lo decides tú. Dime dónde está, porfavor -estaba realmente agustiado, con ansias de encontrarla.

- Ya veremos...No te lo voy a decir, no tengo por qué hacerlo.

- ¡VALE! no me lo digas, pero al menos dale esto de mi parte.

- De acuerdo, se lo daré, pero dájala en paz -y se despidió así sin más.

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Llaman a la puerta, lo más seguro es que sea Zoe. Abro la puerta y, definitivamente yo tenía razón, es ella.

- Vamos al sofá para estar más tranquilas -me dijo con nerviosismo.

- Dios Zoe me estás asutando, suéltalo ya.

- Wendy yo...porfavor no te enfades conmigo, no me dejes, no lo soportaría.

- No llores, tranquila, sabes que nunca te dejaría, pero porfavor, cuentamelo ya.

- No, mejor cuenta tú primero, así me relajo un poco.

- Está bien, pues ahí va..Gabriel ha venido a verme y nos hemos enrrollado. Sé que es raro, lo hice sin pensar, pero lo cierto es que no me arrepiento. Siempre supe que sentía algo por él, pero el hecho de estar alejados y no olvidar a Tom me impedía centrarme en ese pensamiento. También sé que te dije que no quería saber nada de chicos, pero bueno, la cosa ha surgido así, no me pelees porfavor.







Capítulo ocho

Volvimos a quedarnos dormidos, o por lo menos, él.
Yo me había quedado observándole y pensando que todo esto estaba mal.
Estaba tan sumisa en mi burbuja, que me sorprendí brutalmente cuando una canción provenida de mi móvil comenzó a retumbar en las paredes.


Gabriel se despertó de golpe y asustado preguntaba que qué había pasado.
Me reí, me había hecho mucha gracia, se había levantado asombrado con los ojos cerrados y mirando para todos lados sin saber dónde demonios estaba yo, fue de comedia. Me senté tapada con la sábana y él se posicionó justo detrás de mí, abrazándome por la cintura y colocando su cabeza en mi hombro izquierdo.


- Es un mensaje- le contesté en voz baja.

- ¿De quién, princesa?- Y a continuación, me dio un beso en la mejilla.

- De…¡No puede ser!


- Vaya, un nombre realmente original- me dijo con una gran sonrisa y una pequeña risilla.

- No puedo creerlo, no, es que, no puede tener tanto morro.

- Me estás preocupando pequeña, ¿de quién es el mensaje?- me dijo al mismo tiempo que me quitaba el móvil de las manos al ver que no tenía intención de responder.


“W, sé que no quieres saber nada de mí, pero quería felicitarte, aunque mejor en persona, esta semana estoy de vuelta, y solo para ti, te necesito. Te espero en nuestro antiguo escondite a las 6. Ven, por favor. Te quiere, Tom”

- ¿Por qué diablos das señales de vida, eh?- le preguntó Gabri al emisor del mensaje. Estaba bastante enfadado, por lo que esa pregunta fue muy violenta.


- Tranquilo Gabriel, ese miserable no tiene vergüenza ni respeto por nadie, no te preocupes, no iré a verle.

- No, quiero que vayas, quiero saber qué quiere decirte.

- Yo no quiero ir, y es mi decisión. Sus palabras no merecen ser oídas por mí.


Gabriel se levantó de inmediato al acabar de decir la frase, se puso sus pantalones color negro, su camisa algo arrugada de color blanco y sus caros botines grisáceos tirando a negros que según él, le hacían unos pies pequeños.

No sabía a dónde iba ni por qué se iba, pero cuando se lo pregunté, me dio un beso en la frente y me dijo: “Volveré enseguida, espérame con impaciencia” y se fue.

Atención

Por motivos personales tengo que irme un mes con mi padre, y en su casa no hay Internet, por lo que no podré seguir subiendo capítulos.
Quizás, pueda subir algunos desde la casa de mi novio, pero no es seguro, de todas formas, ya os contaré mejor cuando tenga más información.
Espero que me esperen con ilusión y con una gran sonrisa (:
Que pasen buenas vacaciones (K)

Capítulo siete

- No, Gabriel, para, aléjate. Sabes perfectamente que esto está mal, eres mi mejor amigo y te quiero como tal. (Aunque en verdad, me moría por besarle)

- Está bien, la princesa manda. Pero que sepas que jamás me rendiré – Me dijo al oído mientras la palma de una de sus manos tocaba cuidadosamente mi corazón.

Al tocarme, comencé a recordar todo lo que viví a su lado. Él es mi mejor amigo desde que me mudé aquí, hace unos 6 años. Él tiene 4 años más que yo, por lo que siempre me fijé en él como el buen amigo que era, nunca lo vi de otra forma, pero desde el año pasado, algo cambió. Se tuvo que mudar a otro país y empezar una nueva vida allí, aunque prometió que siempre vendría una vez al año para verme a mí y a sus otros amigos. Siempre ha estado ahí cuando lo he necesitado, sin ninguna excusa y ningún pero, es perfecto, aunque no sé si para mí.

El día antes de irse de nuevo a su casa, me besó. Yo no supe qué hacer, pero me dejé llevar y lo cierto es que, me encantó. Nunca imaginé que besaría a mi mejor amigo, nunca pensé en hacerlo, pero surgió. Yo no quería estar con nadie, como ya dije, no quiero enamorarme ni sufrir por alguien, a si que, cuando terminó de besarme, hice como si me hubiese molestado y me fui sin decirle adiós.

Mientras me iba, mis mejillas se coloreaban de un rojo extenso, estaba avergonzada. Me había gustado ese beso, y eso era un gran problema, ya que, tres meses atrás, lo había dejado con Tom, y aún así, solo pensaba en él. Fue muy extraño, pensaba en Tom, pero no podía dejar de sonreír al recordar el beso que me había dado Gabri, sentí gran confusión.

- No quiero que lo hagas.

Bajó la mirada unos segundos, y de repente, con sus dos manos me agarró con firmeza la cara, y me besó. La pasión salió de la nada y se apoderaba cada vez más de nuestros cuerpos. No podía creérmelo, me gustaba Gabri, esto no podía decírselo a nadie, y menos a Zoe, si no, le estaría dando la razón de que sí necesito a alguien en mi vida.

Su camiseta apareció encima de la televisión, su pantalón debajo del sofá, y nosotros, dormidos en mi cama. No habíamos echo nada, solo besarnos y estar abrazados.

- Gabriel, ¿no tienes que irte a tu hotel?

- No te lo quería decir, pero, los días que voy a estar aquí, pienso quedarme en tu casa.

- ¡Qué dices! ¿Y mi madre, qué?

- Fue ella la que me lo ofreció y , no vi por qué decirle que no – dijo con dulzura.

- Pero, no crees que…- No pude terminar la frase, me besó, otra vez, y otra, y otra…

Capítulo seis

No sé cómo lo hace, pero cada vez que sale algo de su boca, cualquier cosa, siempre me recuerda cosas que deberían de estar olvidadas.

- Ya vas dos veces por hoy que has hecho que mi pasado parezca que es mi presente. Muchas gracias, de verdad. –Le dije con un tono tan cerrado que hasta pensé que por fin se daría cuenta de que todo lo relacionado con el pasado, no debería de interferir en mi vida de ahora, y mucho menos recordarlo.

- Es que es verdad Wen, tú sí quieres a un chico que de verdad te quiera y te haga sonreír cada día, y solo por los palos que te hayas llevado en tu pasado no significa que no puedas volver a encontrar el amor que necesitas, porque todo el mundo, escucha atentamente esto, todo el mundo, absolutamente todas las personas, necesitan amor.

- Odio cuando te pones tan filosófica Zoe, haces que me duela la cabeza. Yo no necesito amor, solo necesito tranquilidad, no necesito a nadie que me haga sonreír hoy y que mañana me haga llorar, porque no tengo tiempo para estar mal. ¿Lo entiendes?

- Sí, lo entiendo, pero, es que el amor es así, no es perfecto. Es como una película, hay escenas que te hacen reír, otras que te hacen llorar y otras que te hacen chillar, el amor es una combinación de reacciones.

- Por favor, para ya, me está dando náuseas.

- Eso es porque sabes que llevo la razón. Al igual que también llevo la razón en que el chico nuevo te gusta pero que no quieres admitirlo porque temes a que te haga daño.

- ¿Te crees muy sabia, verdad?

- No lo creo, lo soy. – Contestó con tal gran orgullo, que no pude contener una carcajada.

- Vamos a ver, mujer de Raphel. El chico nuevo no me gusta, es cierto que es muy mono, pero no me gusta, ten eso claro. Y respecto a Tom, creo recordar que prohibí hablar de ese tema.

- Está bien, si tú dices que no te gusta, no te gusta, pero ya verás cómo dentro de unos días, me darás la razón. Wendy, el hecho de no querer recordarlo es lo que te hace que no consigas olvidar.

- Dejemos de hablar de todo esto por favor, y cuéntame ya por qué te salió mal el examen de Filosofía.

- Ya te lo contaré, que ahora me tengo que ir, mi madre me ha venido a buscar. ¿Quedamos mañana a la hora de siempre en mi casa?

- ¿Por qué te vas? Vale, allí estaré.

- Tengo que ir al médico, ya te contaré mañana.

- Ok, chao.

Y así sin más, me vuelve a dejar sola con un marrón de pensamientos y con una incertidumbre brutal porque siempre me deja a medias en las conversaciones.
Como si nada, camino hacia mi última clase mirando hacia el suelo, perdida en mi cerebro y buscando cosas lógicas. Estaba tan concentrada en mis cosas, que cuando sonó mi móvil me asusté como nunca, tanto que hasta me reí, y no fui la única, los de mi alrededor también lo hicieron.
Era un mensaje de mi hermano Josh, decía:

“Wen, nos vamos de viaje por motivos de trabajo de mamá, yo voy con ella porque no quiere que esté solo mientras tú estás en el insti. En el microondas tienes tu comida. Volveremos esta noche y disfrutaremos de una buena tarta para celebrar tu cumpleaños, por cierto, dice que ni se te ocurra hacer una fiesta. Pórtate bien, te quiero.”

Vaya por dónde, ahora resulta que el día de mi cumpleaños voy a estar sola, ¿habrá mejor regalo que éste? Ahora mismo, no.

Guardo mi móvil y decido largarme a mi casa, no tengo ganas de sentarme a escuchar a nadie, y mucho menos tener que hablar con el chico nuevo, que por alguna razón, intento evitarlo.

Salgo al patio, arranco mi moto y me voy echando humo por todo el trayecto.
El día está bastante raro, parece que va a llover, pero hace mucho calor.
Cuando llegue a mi casa, lo primero que haré será quitarme toda la ropa, estoy sudando como un pollo, que asco.

Por fin llego, aparco mi moto en el garaje y entro en mi casa. Cómo pensaba en el camino de vuelta, me quito toda la ropa menos la interior y la tiro a un rincón.
Entro al salón para poner el ventilador y sentarme a coger aire frío, pero cuando nada más entrar, me he llevado una gran sorpresa. Había un enorme oso de peluche sentado en mi sofá, un osito de color blanco y rosa que en su tripita ponía: te estaba esperando.
Me acerco, lo cojo y lo huelo. Dios, olía cómo…olía a…

- Te estaba esperando –Dijo de repente una voz que resonaba a mi espalda.

- ¡Eso es! Huele a ti –Dije mientras me daba la vuelta.

- Te estaba esperando, pero no pensé que aparecerías media desnuda, aunque, tampoco me disgusta –Dijo con un tono mega sensual mientras se concentraba en no apartar su mirada de mis ojos.

- ¿Qué haces aquí? ¿No era que tenías que irte?

- Quería darte una sorpresa.

- Eres perfecto Gabriel.

- Pero no tanto para enamorarte,¿verdad? -Dijo mientras me agarraba la cintura con suavidad y acercaba sus labios cada vez más a los míos, haciendo que mi respiración se entrecorte y me ponga muy nerviosa.

Capítulo cinco

Mientras continúo con mi canción, veo como muchos de mis compañeros se balancean de un lado a otro, eso era buena señal, lo estaba haciendo bien.

Luego, dejé de concentrarme un instante y busqué con la mirada a mi nuevo compañero,
y cuando al fin lo encontré, vi que me observaba de una manera que no podía describir.

Cuando él vio que le estaba mirando, me sonrió y cerró los ojos al mismo tiempo que se unía a los balanceos de sus compañeros.

Desvié la mirada y con una sonrisilla seguí con la canción, ya solo falta tocar las últimas notas. Después de unos segundos más, finalicé la música.

- ¡Bravo! – Chilló mi guapo compañero de mesa.

- Gracias. – Les contesté sonrojada.

¡¡Riiiiing!!

Me levanto y salgo del aula con paso ligero, no tengo ganas de seguir revoleando por todos los pasillos.
Ya solo tengo una clase más y se acabó por hoy, ya que estoy a finales del curso
y prácticamente ya he acabado todos los exámenes.

- Wendy, ¿podemos hablar ahora? -dijo la voz de Zoe detrás de mi oreja.

- Está bien. ¿Qué era eso tan importante?

- Se trata del nuevo chico del instituto. ¿A que está como un queso? ¿Lo has visto no?

- ¿Te refieres a ese rubio con ojos de mar con una personalidad fácil de descifrar y que su vocabulario deja mucho que desear?

- Sí, ese. ¿Entonces lo has visto no? Porque parece que lo conoces de toda la vida.

- Claro que lo he visto, está en mi clase y justamente se sienta a mi lado. No lo conozco, y tampoco quiero, es un chulo y va de guay por la vida pensando que gusta a todas las tías por su apariencia.

- Y tiene razón -dijo con tono sensual mordiéndose el labio inferior.

- Hay por dios, ¿es que nunca te puedes fijar en un tío normal?

- A ti te gusta, admítelo.

- No voy a admitir nada porque no es cierto. Tú ya sabes que mi corazón está sellado y que nadie nunca entrará para hacerle daño.

- ¿Te refieres a no hacerle daño como lo hizo Tom?

Capítulo cuatro

¡Oh dios mío! No podía creerlo, era realmente precioso.
Tiré el papel de regalo a la basura y guardé mi regalo en mi taquilla. La sirena había tocado ya hacía como diez minutos, con lo que me fui corriendo a clase.

- Lo siento profesor, no volverá a ocurrir.

- Está bien Wendy, ocupe su lugar.

Me siento en mi sitio, pongo la mochila encima del pupitre y me relajo unos segundos. Digo unos segundos porque fue lo que duró exactamente:

- Preciosa, ¿siempre llegas tarde a Música? - Me distrajo mi nuevo compañero de mesa.

- No precioso, no. Es la primera vez.

- ¿Debe de ser una persona muy importante para ti, no?

- ¿Cómo sabes que me entretuve con alguien?

- Porque te vi. Entonces, ¿lo es, no?

- Sí, y no sabes cuánto.

- ¿Te ha regalado eso?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Porque es mi cumpleaños. ¿No lo sabías, don preguntón?

- No, no lo sabía.

- ¡A ver, ustedes dos, cállense ya! - Nos chilló el profesor.

Genial, llego tarde a la única clase que me gusta y encima me llaman la atención, ya solo me falta que me echen de la clase. Pasaron unos largos minutos, observando como los demás afinaban sus instrumentos y como los patosos me rompían los oídos con sus dotes de músicos.

- Wendy, haz una demostración de cómo hay que tocar el piano sin poner caras raras, por favor. - Me pidió amablemente el profesor.

Me siento en una silla pequeñita de color negro azabache, estiro un poco las piernas, respiro hondo, y comienzo a tocar mi canción favorita. Noto como cada nota entra en mi cuerpo, me da un brote de tranquilidad y me llenan de vida.
Dejo fluir mis dedos en las teclas, sin ningún tipo de interrupción, solo la música y yo, nadie más.

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Sé que prometí haberlo subido antes, no quiero poner excusas, pero solo deciros que no volverá a ocurrir. MUCHAS GRACIAS A TODOS.

Sorry..

Siento estar tardando mucho en subir otro capítulo,
pero es que a penas tengo tiempo para nada.
SORRY SORRY SORRY SORRY
Prometo que mañana mismo subiré otro capítulo :)
Muchas gracias a los que leen mis historias,de verdad ^.^
Que paséis buen día (K)

Tercer capítulo

Sentí como su mirada se clavaba en mis blancas piernas y subía hasta pararse en mi suéter. Me estaba poniendo muy nerviosa, ¿qué pretendía exactamente?

- Jajaja qué graciosa. Creo que nos vamos a llevar muy bien compañera de mesa. Por cierto, eres preciosa – Soltó de sopetón.

¡¡Riiiiing!!

- Te equivocas de chica mujeriego. Ya nos veremos, y espero que en la próxima clase estés completamente callado.

Cogí mi mochila y me fui como una moto, quería salir de ahí lo antes posible, quería aire.
Salí del aula y con paso de tortuga me dirigí hacia la fuente, necesitaba una buena dosis de agua fría.

- ¡Wendy! – sonó al comienzo del pasillo.

Esa voz me sonaba muchísimo, me resultaba realmente familiar, pero no recordaba a quién pertenecía aquella adorable voz.
Me giré para ver quién me llamaba, pero no vi a nadie entre toda la multitud que se había formado en el pasillo, a causa de la hora de cambio de clase. Seguí mirando, buscando a alguien que ni sabía quién era, pero no vi ninguna cara que coincidiera con aquella voz.
Me resigné a seguir buscando, y me giré de nuevo para ir hacia la fuente. Cuando nada más darme la vuelta, me encontré de frente con alguien.

- Pequeña, te estaba llamando.

- ¡Oh, Dios mío!  ¡No sabía que eras tú!

- ¿Qué pasa? ¿No te alegras de verme?

- Claro que me alegro. Te echaba mucho de menos. Pensé que no te volvería a ver hasta el año que viene. ¿Qué haces aquí?

- Yo también te echaba de menos. Estoy de vacaciones y me apetecía mucho venir a verte. Feliz cumpleaños Wen.

Me dio un abrazo bien fuerte, me besó en la mejilla y me dio un paquete envuelto en papel de regalo de color lila, sabe que me encanta ese color. No sé qué será lo que hay dentro de la caja, pero él siempre me regala algo que me deja fascinada.

- Gracias por acordarte de mi cumpleaños, eres el mejor. ¿Hasta cuando te piensas quedar?

- Solo me voy a quedar dos semanas, tengo que volver para terminar de hacer unas cosas. Bueno, me tengo que ir ya. Cuando puedas abre el paquete, te va a encantar  lo que te he traído. Ya nos veremos, te quiero.

- Yo también te quiero - Le dije con un tono que ni siquiera yo oí. Me había quedado mirando fijamente el paquete, pensando en qué demonios podría ser. Sin más, comencé a abrir mi regalo.

Segundo capítulo

- ¡Es verdad! Lo siento Wen, a veces se me va la olla. Pero tía, eso ya pasó hace tiempo y por muchos cumpleaños que no celebres y estés triste, él no volverá. Vale, pero si te dice que no, yo la convenzo, sabes que soy una crack para eso. Ya sé que soy muy buena, pero es que, verás, tuve un pequeño percance, ayer te estuve llamando para contártelo, ¿dónde estabas metida?

- ¡Ya sé que no volverá! ¡No hace falta que me lo recuerdes!- le contesté malhumorada.

Cogí los libros, cerré la taquilla y me dirigí hacia mi clase.

- ¡Wendy espera! ¿Y lo que te quería contar, qué?

- Ya me lo contarás en otro momento, ahora tengo que ir a clase, que llego tarde. Nos vemos a segunda hora, adiós- Le dije con un tono casi insonoro.

Entré en el aula y como siempre, me siento en el sitio que está al lado de la ventana, no porque me guste mirar a la multitud o porque me encante apoyarme en la pared, sino simplemente porque me encanta observar como los pajarillos se posan y comen trocitos de pan, me tranquiliza mucho.
La profesora comenzó a mover los labios en señal de que estaba hablando, pero de su boca no salía ni una sola palabra, no oía nada, estaba tan perdida en mi pequeño mundo, que no volví al mundo real hasta que sentí una presencia en mi costado.

- ¡Ah! ¿Y tú quién eres? - le pregunté a aquella persona que estaba sentada a mi lado, que antes no estaba.

- No te asustes, no muerdo. Soy tu nuevo compañero de mesa.

Dios, hasta que no se me fue el susto, no me había dado cuenta de lo guapo que era ese chico. Mientras él esperaba una respuesta, yo no podía dejar de mirarlo asombrada. Tenía el pelo desaliñado con un color rubio soleado, unos ojos grandes y exóticos con los que resaltaba sus iris azules, y unos labios extremadamente bien perfilados y carnosos. Nunca había visto a un chico tan hermoso, quizá porque nunca me solía fijar en ningún chico, y tampoco quería, por lo que desvié mi mirada e hice caso omiso a su presencia.

- Y bien, ¿tú eres?- volvió a llamar mi atención.

- Tu compañera de mesa.

Primer capítulo

   Cuando me levanté, mi madre me sorprendió con el desayuno en la cama, y como era de esperar, ahí estaba mi hermano llamándome vieja. Mi madre tiene la costumbre de dar los regalos justo en la hora en la que se nace, sí, lo sé, es una estupidez, pero como nací a las doce de la noche, me tranquiliza saber que aún quedan muchas horas para que mi madre me dé su regalo.
   Este año no sé que me va a regalar, sus regalos son realmente imposibles de adivinar, el año pasado me regaló un vestido rojo muy corto y unos tacones demasiado altos. Ella siempre busca la forma de intentar cambiarme, no le gusta como soy, siempre me pone la típica excusa de que si no me visto como una chica normal, ningún chico se fijará en mí. La verdad es que me da igual, yo no tengo la cabeza como para estar pensando en chicos ni para enamorarme, además, me gusta ser tal como soy y nadie me va a cambiar.

   Cuando terminé de desayunar, de vestirme y de escuchar la cancioncilla de Feliz Cumpleaños, cogí mis cosas y salí a toda pastilla. Llegué al instituto en menos de cinco minutos, aparqué mi moto y me adentré en el horrible mundo que cada mañana tengo que soportar. Ignorar a las reinas pijas o a los chulos machistas se me hace cada vez menos aguantable, tengo tantas ganas de terminar el insti e irme bien lejos de aquí, que esa esperanza es lo único que me hace levantarme con ganas de ir a clase.
   Me dirigí hacia mi taquilla para buscar los libros de Economía, y en el momento de abrirla, apareció Zoe saltando detrás de mí y cantando esa ridícula canción.

   Zoe y yo somos amigas desde que tenemos tres años y es estupenda, ella es muy diferente a los demás, al igual que yo, a lo mejor es por eso por el que nos llevamos tan bien. Ella ha estado conmigo en mis mejores y peores momentos, es mi única amiga y a la única que necesito. Ella sabe todo de mí, sabe cosas que ni yo sé, me conoce al 100% y me gusta, porque eso demuestra que de verdad me quiere.

- ¡Wendy! que ya te me haces mayor, muchísimas felicidades granuja - dijo Zoe al terminar de cantar.

-  Muchas gracias y sí, Zoe, por desgracia me hago mayor, pero no quiero pensar en eso ahora. ¿Cómo te fue el examen de Filosofía ayer?

- Wen, hoy es tu día y tienes que estar contenta, hay que celebrarlo a lo grande. ¿Al final lo vas a celebrar no? ¿El examen?, pues verás, jeje, no me salió como pensaba.

Se me olvidaba decir que Zoe habla más que un pajarito, le encanta hablar, y preguntar sin parar es su especialidad.

- ¿Contenta? Zoe, parece mentira que no te acuerdes de por qué odio los cumpleaños… No lo sé, tengo que hablarlo con mi madre. ¿Y se puede saber por qué, si eres buenísima en Filosofía?

Kit-kat

Un kit-kat es como llamo yo a una pausa de lo que estaba haciendo para hacer otra y luego volver a lo de antes.
En fin, que me apetece subir una historia que llevaba siglos escribiendo y que nunca conseguía terminarla, pero hoy, me ha venido la inspiración como nunca y he decidido dejar a un lado la historia de "Perdonar" para empezar esta, que aún no tiene título, yo es que soy muy mala para eso.
Pero, por si a alguien le interesa, "Perdonar" la seguiré publicando cuando termine de publicar la nueva.

Perdonar / Primera parte

Me levanté y desayuné, como cada mañana.
Luego me preparé y me fui tranquilamente a la Universidad.
De camino, se me ocurrió la idea de ir a visitar a mi novio a su campus.
No estaba muy lejos de donde yo me encontraba y todavía era temprano,
a si que no vi por qué no ir. Cuando llegué a la esquina de donde él siempre está,
me paré en seco con los ojos bien abiertos, no podía creer lo que mis ojos  estaban viendo.
Sus manos rodeaban las bonitas caderas de una rubia, y ésta lo agarraba  por su bonita camisa, camisa que yo le regalé.
No paraban de reírse y de besarse, como si nada pasase.
Apenas pude aguantar el llanto que se me avecinaba,
pero saqué fuerzas y les grabé con mi móvil.
Cuando terminé, me fui llorando a clase, mirando hacia el suelo, tropezando con cualquiera que pasara por mi lado, recordando una y otra vez la escena que me había encontrado y rezando para que todo fuese solo un sueño. Tenía que estar durmiendo, no tenía otra explicación.
Llegué a clase, todos me saludaban, me hablaban,
me contaban como les había ido, y yo, sin escuchar ni una sola palabra.
Mis amigos empezaron a darse cuenta de que algo me pasaba,
y me preguntaban por qué estaba así, pero yo les respondía sin palabras,
rebobinaba aquellas imágenes y miles de lágrimas volvían a caer por mis rojas mejillas.
No preguntaron más, sabían que no quería hablar y que solo quería estar sola.
Pasaron las horas, y por fin sonó el timbre de la salida.
Cuando salí, vi que él me estaba esperando, como cada día.
¡Será engreído! Pensé para mis adentros. Me estaba recibiendo con una enorme
sonrisa y con los brazos abiertos.
Fui hacia él, lo miré con odio, le di una buena bofetada y le dije:
“Lo nuestro se ha terminado, no puedo creer que me hayas hecho esto,
no quiero volver a verte nunca más “
Él, sin saber por qué le había dicho todo eso, no paró de decirme que no entendía nada, que se lo explicara.
Sin más, le tendí mi móvil y le enseñé el vídeo.
Cuando terminó de verlo, me miró con lástima y me pidió perdón, pero enseguida le quité mi móvil y me fui. Irremediablemente, me alcanzó, y sin cesar, me decía que no lo volvería ha hacer, que me quería de verdad.
Yo seguí mi camino hacia la parada de guaguas y lo ignoré completamente en el trayecto, aunque a veces se me escapaba algún que otro insulto, pero me daba igual, es lo mínimo que se merece.
Cuando "llegamos", di gracias a dios, la guagua acababa de llegar.
Ya podía irme y alejarme de él.

Aquel día

Era un día lluvioso, como todos los días aquí, pero, ese día tenía algo diferente a los de más, sentía que algo malo ocurriría en poco tiempo.
Dejé de mirar por la ventana hacia el cielo, y me dispuse a despejarme de esas sensaciones raras, con lo que cogí mi abrigo y me fui a dar un paseo.
Mientras caminaba, miraba a mi alrededor, guardando imágenes en mi cabeza
de los paisajes que veía, los echaría de menos.
Al rato, mi móvil sonó. Lo miré, y vi que me había llegado un mensaje, un mensaje de Teo, aquel chico que conocí hace seis meses en la escuela de música, un chico hermoso y mentiroso, aquel chico del que jamás debí enamorarme.
Abrí el mensaje, decía:
“Lay, por favor, no te vayas. Te espero en el hotel Gran Tous a las ocho. Te quiero“
¿Por qué siempre tenía que aparecer cuando menos quería saber de él?
¿Por qué debía hacerle caso e ir, en vez de quedarme en mi casa?
Miré de nuevo el mensaje, y lo borré. No quería saber nada de él. Estaba harta de que me dijera que me quería y que luego me engañara.
Me fui a mi casa, ahora ya disgustada, puse el abrigo en el perchero, encendí el fuego y me tumbé en el sofá. Al rato me levanté, pensando en qué hacer, miré la hora, ya eran las siete de la tarde. Por un momento pensé en ir a ver a Teo, tenía curiosidad por saber que mentira me diría esta vez, pero, sin pensármelo dos veces, me quité ese pensamiento de la cabeza y me fui a dar una ducha.
Cuando terminé de ducharme, me puse un albornoz y de nuevo fui a mirar por la ventana. El cielo estaba oscuro, tan oscuro que parecía estar enfadado, pero ya no llovía.
Me quedé observando como las nubes iban y venían, y cuando decidí irme a la cama, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Volví a tener esas sensaciones raras, me empezó a doler la cabeza, y un mareo comenzó a apoderarse de mí, caí al suelo.
Cuando desperté, estaba echada en el suelo, eran las ocho de la noche.
Me levanté rápidamente, me puse lo primero que pillé y me fui
a ver a Teo.
Cuando llegué, lo vi ahí, de pié en el muro, llorando y con la mirada perdida,
se sentía perdido, puso un pie fuera. Grité su nombre, corriendo fui hacia él, pero fue demasiado tarde, saltó. Ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba ahí,
fue como si él nunca me escuchó chillar.
Estallé en el llanto, a pesar de que él ya se había tirado, seguí gritando
que no saltara, que lo amaba.
Algo comenzó a sonar. Me desperté de sopetón, era mi teléfono.
Soltando miles de lágrimas, dando las gracias por haber sido un horrible
sueño, miré mi móvil. Era un mensaje, de Teo. Decía: “Te querré siempre”
Miré la hora, eran las 8 y un minuto de la noche.