Coontaadoor

Aquel día

Era un día lluvioso, como todos los días aquí, pero, ese día tenía algo diferente a los de más, sentía que algo malo ocurriría en poco tiempo.
Dejé de mirar por la ventana hacia el cielo, y me dispuse a despejarme de esas sensaciones raras, con lo que cogí mi abrigo y me fui a dar un paseo.
Mientras caminaba, miraba a mi alrededor, guardando imágenes en mi cabeza
de los paisajes que veía, los echaría de menos.
Al rato, mi móvil sonó. Lo miré, y vi que me había llegado un mensaje, un mensaje de Teo, aquel chico que conocí hace seis meses en la escuela de música, un chico hermoso y mentiroso, aquel chico del que jamás debí enamorarme.
Abrí el mensaje, decía:
“Lay, por favor, no te vayas. Te espero en el hotel Gran Tous a las ocho. Te quiero“
¿Por qué siempre tenía que aparecer cuando menos quería saber de él?
¿Por qué debía hacerle caso e ir, en vez de quedarme en mi casa?
Miré de nuevo el mensaje, y lo borré. No quería saber nada de él. Estaba harta de que me dijera que me quería y que luego me engañara.
Me fui a mi casa, ahora ya disgustada, puse el abrigo en el perchero, encendí el fuego y me tumbé en el sofá. Al rato me levanté, pensando en qué hacer, miré la hora, ya eran las siete de la tarde. Por un momento pensé en ir a ver a Teo, tenía curiosidad por saber que mentira me diría esta vez, pero, sin pensármelo dos veces, me quité ese pensamiento de la cabeza y me fui a dar una ducha.
Cuando terminé de ducharme, me puse un albornoz y de nuevo fui a mirar por la ventana. El cielo estaba oscuro, tan oscuro que parecía estar enfadado, pero ya no llovía.
Me quedé observando como las nubes iban y venían, y cuando decidí irme a la cama, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Volví a tener esas sensaciones raras, me empezó a doler la cabeza, y un mareo comenzó a apoderarse de mí, caí al suelo.
Cuando desperté, estaba echada en el suelo, eran las ocho de la noche.
Me levanté rápidamente, me puse lo primero que pillé y me fui
a ver a Teo.
Cuando llegué, lo vi ahí, de pié en el muro, llorando y con la mirada perdida,
se sentía perdido, puso un pie fuera. Grité su nombre, corriendo fui hacia él, pero fue demasiado tarde, saltó. Ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba ahí,
fue como si él nunca me escuchó chillar.
Estallé en el llanto, a pesar de que él ya se había tirado, seguí gritando
que no saltara, que lo amaba.
Algo comenzó a sonar. Me desperté de sopetón, era mi teléfono.
Soltando miles de lágrimas, dando las gracias por haber sido un horrible
sueño, miré mi móvil. Era un mensaje, de Teo. Decía: “Te querré siempre”
Miré la hora, eran las 8 y un minuto de la noche.